lunes, 5 de junio de 2017

El Arte del Renacimiento. Pintura

1. La Trinidad, Masaccio (1426-1428)


Obra de Masaccio (1401-1428)
Pintura del Quattrocento, Fresco sobre muro, 667 x 317 cm, Iglesia de Santa María Novella, Florencia 

En la Trinidad de Masaccio aparecen Dios Padre, Cristo, la Virgen, el Apóstol San Juan, y el retrato de los dos donantes que financiaron la obra (algo muy común en la pintura flamenca, por ejemplo). Estos personajes forman una pirámide siguiendo un modelo compositivo típico del arte renacentista. Bajo la mesa del altar vemos un esqueleto con una inscripción en la que reza "Yo fui antaño lo que sois vosotros, y lo que sois ahora, lo seréis mañana". Esta leyenda nos retrae a un tema medieval (el del triunfo de la Muerte) que será progresivamente abandonado por el Humanismo, fiel defensor de la idea de la Fama, alcanzable a través de la Virtu y del conocimiento de la Verdad y de la Belleza, propia de los artistas y literatos y que se percibe como la vía para vencer a la Muerte y al olvido.
Lo que hace moderno al fresco de Masaccio, por tanto, no es el tema sino la aplicación de la perspectiva matemática a la pintura. En este sentido, es el primer ejemplo que conocemos. Masaccio dibuja una arquitectura imaginaria e idealizada, no existente en la realidad, para delimitar el espacio y fijar la perspectiva lineal. Todas las líneas convergen en un punto de fuga situado detrás de la figura de Dios Padre. La arquitéctura empleada es un entablamento sobre pilastras acanaladas con capiteles corintios, un arco medio punto sobre columnas jónicas y una bóveda de cañón dividida en casetones que, como afirma Vasari, " van disminuyendo y simulando relieve" 
La composición empleada, además, coloca a la escena principal en el mismo nivel que el espectador, otra característica primordial del Renacimiento. Los contrastes de luz y de color (distribuyendo, por ejemplo, el color rojo y azul de los ropajes en diagonal) o el estudio anatómico de la figura de Cristo son otros indicios de la Modernidad que hacen esta obra fundamental en la evolución de la pintura renacentista.

2. El Nacimiento de Venus, Botticelli (1485)


Obra de Sandro Botticelli (1445-1510)
Pintura del Quattrocento, Témpera sobre Tabla, Galleria degli Uffizi (Florencia), 1,72 x 2,78 m, 

Durante la segunda mitad del siglo XV, se produjo la recuperación de los temas y personajes de la mitología grecorromana. Los artistas italianos utilizaron los mitos no sólo como un soporte para reivindicar a la Antigüedad clásica y plasmar su voluntad de emularla, sino también como alegorías del presente. Así, las pinturas del Quattrocento ensalzaban a las burguesías de las distintas ciudades italianas de las que procedían sus mecenas y, también, al propio Humanismo, a sus artistas y a su capacidad creativa. 
La escena principal de la obra de Botticelli muestra a la diosa Venus mientras emerge de una concha (símbolo de la fertilidad) y es empujada por Céfiro (viento del Oeste) que está entrelazado con Cloris, su esposa, llegando así a la costa de Citerea dónde le espera la Primavera con un manto bordado de flores. 
La obra es una exaltación del Amor como fuerza creativa de la Naturaleza y también del deseo de conocimiento o inspiración artística. Venus aparece desnuda pero recatada, se tapa los pechos y el pubis, representando el amor puro, no carnal. Esta visión neoplatónica procede de Marsilio Ficino, un filosofo florentino que encabezó un circulo de intelectuales y artistas del que formó parte Botticelli. Partiendo de las ideas de Ficino, Botticelli representa a Venus como a la encarnación del ideal de educación humanista. La obra, de esta forma, se nos presenta como un alegato optimista de la brillantez del Humanismo que, en ese momento, se encontraba en su momento más esplendido, por lo menos en Florencia, antes de que la ciudad cayera bajo el influjo del fraile Savonarola.  
La composición es sencilla y de estilo clásico, con el personaje principal en el centro y el fondo perfectamente integrado en la misma. La preferencia por el dibujo y la preeminencia de la línea son otros elementos específicos de la pintura del Quatrocento. En cambio, en el Nacimiento de Venus la concepción del espacio es más poética que científica, al revés que en el fresco de Masaccio. A esto contribuyen una luz irreal, casi uniforme en toda la obra, la palidez de las figuras y el escaso volumen de éstas, el uso de colores suaves, etc,
Otro de los rasgos propios de Botticelli, observable también en obras como la Primavera, es su personal concepción del movimiento que logra transmitir cierta apariencia de danza. El pintor lo consigue dotando a sus personajes de movimientos suaves pero contrapuestos, de forma que el personaje central (Venus en este caso), mediante el contraposto, se inclina al lado contrario que el de los personajes laterales. El equilibrio de fuerzas que resulta es lo que sugiere este ritmo de danza en la obra.


3. La Última Cena, Leonardo Da Vinci (1495-1497)


Obra de Leonardo Da Vinci (1452-1519)
Pintura del Quattrocento, Mural realizado con una mezcla de tempera y óleo sobre capa de yeso, 460 x 880 cm, Convento de Santa Mª de Grazie, Milán 

La unidad psicólogica de las obras pictóricas fue una de las innovaciones del Renacimiento que se plasman perfectamente en la Cena de Leonardo. El pintor escogió el momento justo en que se anuncia la traición de Judas y desencadena, así, una reacción de sorpresa en los personajes. Estos se comunican entre sí (salvo Judas que está aislado) y forman dos grupos de seis personas (o cuatro de tres), que se mueven y miran hacia el centro. Jesucristo supone el punto de apoyo de estos grupos y ocupa el centro de la composición.
El personaje de Jesucristo no sólo es, por tanto, el centro psicológico y narrativo de la obra, sino también espacial. En él convergen todas las líneas de perspectiva y se sitúa el punto de fuga.La perspectiva matemática se consigue mediante la configuración de un espacio racional y geométrico, encuadrado en una arquitectura ideal (la cubierta de casetones) que compone las diagonales que confluyen en el punto de fuga. La naturaleza retratada a través de los ventanales del fondo proporciona profundidad a la escena. 
Todas estas cualidades de la obra (racionalismo, unidad de tiempo y lugar, equilibrio entre movimiento y serenidad, expresividad, individualización de los gestos y de los rostros, racionalismo compositivo, uso de la perspectiva lineal, confección de un espacio matemático, detallismo y minuciosidad en la reproducción de los alimentos, utensilios, etc.) nos conducen a considerarla como un magnífico ejemplo de lo que denominamos clasicismo.

4. La Gioconda, Leonardo Da Vinci (1503-6) 



Obra de Leonardo da Vinci 
Pintura del Cinquecento, óleo sobre tabla, 77x53 cm, Museo del Louvre

También conocido como "La Mona Lisa", el cuadro es un retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, aunque esto ha sido ampliamente discutido. El personaje aparece con medio cuerpo retratado, mirando hacia el espectador, en lo alto de una galería, apoyada en una baranda y con un paisaje al fondo.
La sonrisa de la mujer se hizo pronto célebre, al igual que su mirada,. El historiador del arte,Vasari,  la definió así: “Los ojos tienen ese lustre y brillo acuosos que se ve siempre en la vida real” 
Desde el punto de vista técnico, el retrato es enormemente innovador, sobre todo por la aplicación del "sfumato" sobre la figura y el paisaje. Esta técnica de Leonardo, consistente en difuminar los contornos de las figuras, simulando el efecto de las sombras sobre ellas, se percibe en la difuminación de los montes sobre el cielo azul verdoso o en las luces y sombras proyectadas sobre la nariz, los labios y el mentón de la protagonista del cuadro.Además, la cabeza rompe la línea del horizonte, efecto que consigue dar mayor profundidad al cuadro.
El excepcional detallismo (observable en el velo sobre el cabello, los bordados y pliegues del vestido, los reflejos de la luz sobre las mangas, etc.) y el modelado de las manos o del rostro son otros elementos destacables.
La Gioconda abrió nuevas posibilidades en el género del Retrato. Leonardo defendía que éste debía servir para captar tanto el aspecto físico del personaje retratado como su personalidad.


5. La escuela de Atenas, Rafael (1510-1512)



Obra de Rafael 
Pintura del Cinquecento, Fresco, 5 x 7,7 m., Sala della Signatura, Museos Vaticanos 

Encargada por el Papa Julio II, la obra que forma parte del conjunto de estancias vaticanas que decoró Rafael, rinde homenaje a la filosofía como via racional de conocimiento. Julio II proyectaba convertir a Roma en la capital cultural de la Europa renacentista, integrando la recuperación de la cultura clásica como uno de los pilares de la Iglesia Católica.
La pintura consigue identificar el admirado pasado grecorromano con el presente, mezclando a personajes antiguos con modernos. Así reivindica el espíritu de la cultura renacimiento dándole a los personajes de la antiguedad los rasgos faciales de los artistas del siglo XVI (Leonardo como Socrates, Bramante como Euclides, Miguel Ángel como Heráclito, el propio Rafael como Apeles..)
La obra destaca por contar con una composición clara pese a la multitud personajes que aparece, una de las virtudes de Rafael. Platón y Aristóteles ocupan el centro y las líneas de perspectiva confluyen en torno a dos filósofos. El marco arquitectónico encuadra la escena. Se trata de una arquitectura clásica,propia de la Roma imperial, influenciada por Bramante. En las estatuas de los nichos están representados Apolo y Minerva.
El estudio detallado de las actitudes y proporciones de los personajes y la individualización de los mismos son rasgos clasicistas.

6. Dánae y la lluvia de oro, Tiziano (1533)


Obra de Tiziano 
Pintura del Cinquecento. Escuela Veneciana,óleo sobre lienzo, 1,28 x 1,78 m., Museo del Prado 

La mitología fue uno de los temas preferidos por los pintores de la escuela veneciana, entre los que destaca Tiziano, artista, famoso en su época, que trabajó para los reyes españoles Carlos I y Felipe II. Este es uno de los cuadros que formó parte de la colección de los Austrias. 
Recrea el mito de Dánae. princesa que fue encerrada por su padre, el rey Acrisio de Argos, porque éste temía que se cumpliera la profecía que auguraba que sería asesinado por su propio nieto. Zeus, encaprichado con la muchacha, engañó a Acrisio metamorfoseándose en una lluvia de oro, consiguiendo, así, acceder a las habitaciones de Dánae y concebir a Perseo. 
Como es propio en las pinturas de la escuela veneciana, la luz y el color, y no la línea, definen la escena. La luz, irreal pero cálida, baña a Dánae, cuyo brillo llama la atención, logrando que centremos la mirada en este personaje, aunque las miradas de ,Dánae y de su sirvienta convergen en la lluvia dorada que ocupa el centro del cuadro. Este efectismo en la composición aleja a Tiziano de la frialdad racionalista del siglo XV.
Los contornos están desdibujados por la utilización del Sfumato; el dinamismo y una extraordinaria sensualidad son las características centrales de la obra. 

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