1. Introducción
En 1898, en una guerra corta con EEUU, España perdió las últimas posesiones de su imperio colonial, Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El desastre no fue solamente militar y económico, sino también político, ya que desprestigió a los partidos dinásticos y provocó una profunda crisis del sistema político creado por Cánovas. Esta crisis, conocida como la Crisis del 98, inspiró a una generación de autores, conocidos como la Generación del 98, que centró su obra en la denuncia de los males que azotaban al país (caciquismo, corrupción, atraso industrial, etc,.) y propuso la regeneración de España.
Cuba, Puerto Rico y Filipinas eran los restos que permanecían de la desaparición del imperio colonial ultramarino español, tras la independencia de la mayor parte del imperio a inicios del siglo XIX y la marginación sufrida por España en el reparto de África.
Las causas del interés de España en la conservación de las colonias hay que buscarlas en los beneficios económicos. Cuba y Puerto Rico basaban su economía en la agricultura de exportación, esencialmente basada en el azúcar de caña y el tabaco, en la que trabajaba mano de obra negra esclava (de los 1.400.000 habitantes de Cuba en 1869, el 30% eran esclavos) Cuba, por ejemplo, era la principal productora mundial de azúcar, cuya producción se destinaba en un 90% a la venta a EE.UU. Los beneficios de esta exportación quedaban en manos de una reducida oligarquía propietaria, interesada en el mantenimiento de la colonia y del régimen esclavista. Además, el estado español impuso unos aranceles enormemente gravosos a la importación de productos textiles o de cereales. Esta férrea política proteccionista cual proporcionaba lucrativos ingresos a la hacienda española y permitía que el mercado de las colonias estuviera monopolizado por los empresarios textiles catalanes y los productores de trigo y harina castellanos. La gran perjudicada por esta situación era, evidentemente, la población cubana que, además padecer la existencia de la esclavitud y no contar con libertades políticas ni autogobierno, no contaban con la posibilidad de importar productos mejores y más baratos en los vecinos Estados Unidos. Es por esta última razón, por lo que la libertad de comercio será una importante reivindicación de la burguesía cubana.
2. El problema cubano y la guerra con Estados Unidos
Con anterioridad al estallido de la guerra contra los Estados Unidos, España debió de afrontar un conflicto bélico contra los independentistas cubanos, que pasó por las siguientes fases:
En 1868, se produce el llamado “Grito de Yara”, que da lugar a la Guerra de los Diez Años, la “Guerra Larga”, que culmina en 1878 con la firma de la Paz de Zanjón.
La Paz no aportó soluciones políticas para las colonias. La ignorancia española a las demandas de los cubanos y la ausencia de reformas facilitó el que el anticolonialismo se desarrollara pese a la represión. Aunque surgió un movimiento autonomista (la Unión Constitucional), partidarios de la unión con España y de algunas reformas (legalización de los partidos políticos cubanos, sufragio restringido y libertades de reunión y asociación), la mayoría de la población apoya a los independentistas liderados por José Martí. Un hecho clave fue la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PCR) de carácter democrático, antillano (incluía la emancipación de Puerto Rico) e interracial. Por otro lado, se produjo la abolición de la esclavitud, que destruyó la vieja estructura de la agricultura de plantación esclavista y ello dio paso a la creación de una gran industria azucarera controlada por el capitalismo norteamericano.
El 24 de febrero de 1895 se inicia una nueva sublevación (“Grito de Bayre”). Martí da la orden desde Nueva York para que empiece la insurrección, que consigue un gran apoyo popular y que contaba con armas obtenidas en EE.UU.
La guerra se extendió por toda la isla y obligó a España a desplazar 200.000 soldados. En España, Sagasta es sustituido por Cánovas como Presidente del Gobierno. Canovas envía al General Martínez Campos que intenta llevar a cabo una política negociadora, que fracasa.
En Enero de 1896, Martínez Campos es sustituido por Weyler como Capitán General de la Isla. Su nombramiento supuso un cambio sustancial en la manera de hacer la guerra por la brutalidad de sus métodos. Empleó las llamadas Tronchas, que consistían en franjas de terreno, vigiladas desde torres de observación por los militares, en las que se recluía a la población campesina, aislando así a los guerrilleros. Weyler en pocos meses logró pacificar las provincias de Oriente, pero no pudo evitar que, a mediados de 1897, los rebeldes controlaran una parte importante de la isla.
En 1897, el gobierno español introdujo reformas que, entre otras cosas, permitía la autonomía de la isla. Estas reformas fueron emprendidas por Sagasta que llegó al poder, a mediados de ese año, tras el asesinato de Cánovas en agosto. Sagasta destituyó a Weyler, cuyo desprecio por los derechos humanos proporcionó argumentos a los rebeldes, e intentó una política de apaciguamiento que evitara la intervención yanqui.
Sin embargo, en esta ocasión, esta estrategia no dará ningún resultado por el apoyo estadounidense a la rebelión que garantizaba su éxito. De hecho, la gran novedad de la guerra de 1895-98, respecto a la Guerra de los Diez Años, va a ser la ayuda estadounidense a los rebeldes cubanos. Washington ayudó a los insurrectos caribeños por dos razones: el control de la producción azucarera cubana y el interés por dominar el área del Caribe y Centroamérica, lo que denominaban su back courtyard (patio trasero). Los Estados Unidos, en aquellos años, se encontraban en plena emergencia como nueva potencia mundial, por lo que inauguraba una nueva política imperialista, que tenía como ejes de expansión América y el Pacífico.
Inicialmente, los EE.UU. no apostaron por una intervención militar en las colonias españolas. De hecho, el presidente Cleveland era partidario de la soberanía española sobre Cuba y Puerto Rico, aunque con concesiones comerciales a los estadounidenses, por supuesto. El fin de la presidencia de Cleveland y la elección de McKinley trajo un cambio de rumbo en la política norteamericana, alentado por la prensa, que animaba al nuevo Presidente a intervenir a favor de los rebeldes cubanos.
La excusa para la intervención la proporcionó el Hundimiento del Maine. La aún inexplicada explosión de ese navío norteamericano en el puerto de La Habana, el 15 de febrero de 1898, explosión que costó la vida de 260 marinos estadounidenses, propició una furibunda campaña periodística de las cadenas de los magnates Pulitzer y Hearst. Una comisión de Investigación del Congreso dictaminó que la explosión se debió a un atentado perpetrado por los españoles. El gobierno norteamericano, entonces, envió un Ultimatum a España, exigiendo la retirada de Cuba, que fue recibida por España como una Declaración de Guerra.
La guerra contra los yanquis fue un auténtico desastre militar. En Cuba, la Marina yanqui llevó a cabo un bloqueo naval. Al Almirante Cervera, que comandaba la flota española con base en Santiago de Cuba, le fue encomendada la misión de romper dicho bloqueo con barcos escasos de armamento y combustible y sin acorazar. El resultado fue la destrucción de la flota española a manos de la muy superior fuerza naval estadounidense. Tras el desembarco de las tropas norteamericanas en Cuba y Puerto Rico, finalizaría la guerra.
La guerra también alcanzó a Filipinas. Allí, la población española era escasa y se sustentaba en la presencia militar y, sobre todo, en el poder de las órdenes religiosas. La Revolución en Filipinas se inició en 1896, siendo controlado por las autoridades españolas, que ejecutaron a su principal dirigente, José Rizal. El envío por los Estados Unidos de su flota produjo la derrota española en la Batalla de Cavite y el fin del dominio sobre el archipiélago.
España firmó la Paz de París en diciembre de 1898. Por este acuerdo, España cedió a EE.UU. la isla de Puerto Rico, que hoy sigue siendo un estado asociado de EE.UU., Filipinas y la Isla de Guam en el Pacífico. Cuba alcanzaba la independencia bajo la “protección” estadounidense. El Tratado produjo la sustitución del dominio español por el norteamericano, lo que engendró un profundo descontento en las antiguas colonias. EE.UU. tuvo que hacer frente a una guerra en Filipinas (1889-1902), dónde su dominio no termina hasta 1946, y en Cuba el sentimiento antinorteamericano se extendió por amplias capas sociales. La guerra confirmó a Estados Unidos como nueva potencia mundial, hegemónica en Centroamérica y el Pacífico.
Desde la perspectiva española, la pérdida de las últimas colonias vino a denominarse el “Desastre del 98” y tuvo una importante influencia en la conciencia nacional. La pérdida del Imperio colonial trajo consigo la crisis del sistema de la Restauración (Monarquía, Turno, Caciquismo…) porque hizo patente la debilidad de un país que antaño fuera un Imperio y porque demostró la irresponsabilidad de los gobernantes y su indiferencia por la suerte de sus gobernados. Decenas de miles de españoles, procedentes de las clases trabajadoras en su mayoría, murieron en una guerra imposible de ganar.
3.El 98 y sus repercusiones.
3.1 Significado de la Crisis del 98
1898 marca una línea divisoria en la historia de España al producirse una crisis de múltiples aristas:
La crisis del 98 deriva en una Crisis del sistema político de la Restauración. El Desastre evidenció la debilidad del sistema restauracionista, lo que derivó en una crisis de hegemonía y de legitimidad.La debilidad del sistema se hace cada vez más evidente conforme avanza la modernización económica del país, el desarrollo de la urbanización, de las clases medias y del movimiento obrero. La consecuencia lógica será el fortalecimiento de republicanos, nacionalistas y socialistas que eran la oposición al sistema y reclaman una transformación radical de las estructuras políticas. Con el tiempo, republicanos y socialistas adoptarán un acuerdo de acción conjunta, la coalición electoral denominada Conjunción Republicano-Socialista.
España pierde prestigio como país y esto proporciona un mayor empuje y presencia a los nacionalismos periféricos.
Supone el fin del Imperio español en América por lo que se produce un cambio en la política exterior que, a partir de aquí, girará en torno a su flanco Sur, Marruecos.
La crisis del 98 es, también, una crisis social. Los sectores populares fueron los que más padecieron las consecuencias de la guerra. Soldados de reeemplazo fueron enviados a un conflicto que los diezmó tanto o más por factores como el hambre o las enfermedades que por el combate. De los 200.000 soldados movilizados a lo largo de la guerra, la mitad no regresaron. El impacto fue muy desigual, contrastando los beneficios conseguidos por aquellos suscriptores que contribuyeron al empréstito nacional voluntario con la suerte de los infelices que no pudieron librarse de la guerra al no poder pagar la redención en metálico. El coste de la guerra, 2.000 millones de pesetas, aproximadamente, vino acompañado de una importante carestía que agravó el descontento popular.
Una institución importante como el Ejército, que era además uno de los pilares del régimen, perdió igualmente gran parte de su prestigio. El antimilitarismo se convierte en uno de los principales valores de la izquierda española en adelante.
Una situación similar vive la Iglesia, aunque no estuviera implicada directamente en la guerra. El avance de la secularización choca con la presencia e influencia de la Iglesia en todos los ámbitos del país. Además, aparece como una de las grandes culpables del retraso científico y tecnológico de España, una de las causas de la humillante derrota contra los yanquis.
Desde el punto de vista de la economía, el desastre no lo fue tanto, ya que la pérdida de las colonias supuso una importante repatriación de capitales que fueron invertidos en la economía peninsular. Además, el fin de la guerra redujo el gasto militar y permitió al ministro Fernández Villaverde abordar algunas reformas necesarias en el sistema de impuestos y en la emisión de deuda, lo que supuso un saneamiento de la situación de la Hacienda. Por primera vez en mucho tiempo, el estado español tuvo superávit a principios del siglo XX.
3.2 El debate sobre la situación de España.
La Crisis produjo una importante reflexión en todos los círculos políticos, sociales y culturales del país que tuvo como temas de análisis las responsabilidades del Desastre y las soluciones a plantear para el futuro. Quizá las más influyente e importante en el momento será el Regeneracionismo.
El Regeneracionismo es un movimiento intelectual o una corriente de pensamiento que denunciará el caciquismo, los pucherazos y la corrupción electoral, la falacia del turnismo como perversión del liberalismo político y el latifundismo y planteará una profunda reforma política y la modernización política del país. Como corriente de opinión alcanzó tanto a sectores cercanos al poder (políticos liberales o conservadores, una parte importante de la burguesía catalana, etc.) como a las clases medias.
Los principales regeneracionistas fueron Lucas Mallada, Ricardo Macías Picavea y, sobre todo, Joaquín Costa, autor de Oligarquía y Caciquismo, entre otras obras. El pensamiento de Costa se basó en una crítica radical al sistema caciquil que había impedido la implantación de una verdadera democracia basada en las clases medias y la modernización económica y social del país. Costa intentó impulsar un nuevo partido político, la Unión Nacional, con el apoyo de las Cámaras Comercio y de las Uniones de Agricultores, aunque fracasó en el intento.
Sus propuestas más destacadas son:
- Impulso de una reforma educativa. Para Costa, la educación debe ser el instrumento de la modernización del país.
- Modernización económica: fomento de las obras públicas (carreteras, por ejemplo), desarrollo del plan hidrológico para aumentar la superficie de regadío, etc.
- Europeización
- Limpieza sistema electoral y moralización de la gestión pública
- Reforma poder municipal: Derogación de la desamortización de los ayuntamientos para que puedan administrar tierras de cultivo y financiar servicios públicos.
- El lema «Escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid» resume el ideario de Joaquín Costa: la modernización del país.
La Generación del 98 Además de Costa hay un grupo de escritores, la Generación del 98, con una gran preocupación por España y su atraso, pero que no hacen propuestas concretas: sus reflexiones sobre la decadencia española serán un tema literario. El tema de España, es el punto coincidente de los miembros de la Generación: el paisaje, sobre todo el de Castilla, “alma de la nación “o la “ intrahistoria”, concepto de Unamuno. El precursor de la Generación del 98 es Ángel Ganivet (muerto en 1898), autor del Idearium Español y sus más conocidos integrantes son Unamuno, Valle-Inclán, Baroja, Machado, Maeztu, Azorín,...
Por último, hay que señalar que el pensamiento filosófico español adopta un carácter práctico, reflexionando sobre el problema de España. Aparecerán dos tendencias que permanecerán a lo largo del Siglo XX:
- La primera, el Tradicionalismo, defiende al Catolicismo como la seña de identidad del país y postulan una recuperación del ideal de Hispanidad. Consideran que los cambios emprendidos por el liberalismo del siglo XIX son los responsables de la decadencia del país. Sus miembros más destacados son Menéndez Pelayo y Ramiro de Maeztu.
- La segunda¸ el europeísmo, postula la modernización del país a través de la reforma educativa. Influenciados por el Krausismo, una corriente pedagógica basada en el laicismo, el liberalismo, la libertad de cátedra y el cientificismo, profesores como Francisco Giner de los Ríos, el fundador de la Institución Libre de Enseñanza en Madrid o Francisco Ferrer i Guardia, fundador de la Escuela Moderna en Barcelona, impulsaron una reforma que introdujo las corrientes científicas y filosóficas dominantes en Europa. La influencia de estas instituciones educativas en la configuración de una élite intelectual de ideología progresista y republicana será enorme.
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